La realidad de los pájaros y de los árboles, del cielo azul, de la mañana de otoño o de tu linda cara nada más abrir los ojos, está fragmentada en todas las percepciones posibles que de todo esto se puedan dar.
Hace falta mi percepción, la tuya, la de mi perra; ésta es la manera en que se conoce el universo a si mismo.
Que esta percepción sea comunicable y que llegue incluso a plasmarse en forma de arte, mensaje científico o charla casual, no elimina la importancia de todas las percepciones íntimas. Si fuera el caso el producirse algo palpable, se podría aventurar que ese proceso de autoconocimiento se ha encarnado en un objeto-sujeto, a su vez perceptible y, por tanto, necesitado de todas las percepciones (íntimas o públicas, qué más da) que pueda generar para su completo conocimiento.
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